Breve resúmen de la jornada:
Me levanté a las 5 de la mañana para terminar a tiempo un informe atrasado (oh, el oxímoron) y enviarlo antes de irme a cursar. Mi proveedor de internet, que ya lo dije, me odia, decidió que para enviar el puto mail con el archivo necesitaba ¡27 minutos! Más tiempo del que hubiera necesitado para imprimirlo completo y llevarlo a la oficina en un taxi. ¡Buen comienzo!
Como consecuencia de tal eficiencia técnica llegué tarde a mi clase de la mañana. De esas cuatro horas me gustaría destacar: a) el profesor es francés, habla un español chapurreado y sonríe todo el tiempo con una mueca aterradora de asesino serial; b) todo lo dicho hasta ahora bien podría ser reemplazado por la lectura recreativa de un par de novelas de Eco; c) la burocracia de Filo es sencillamente escalofriante; d) los hermanos latinoamericanos tienen un acceso escandaloso a becas de posgrado; e) citando a mi buena amiga Nina, ¿cómo carajo harán los lingüistas para vivir con tremendo palo metido en el orto? (discúlpome por el exabrupto, pero estuve media mañana renegando con un cristo que pretendía analizar un discurso audiovisual con una especie de análisis sintáctico recargado); f) en el ámbito universitario el acceso a un café medianamente decente debería ser considerado un derecho humano básico.
Después de la clase salí disparada a otro reino peripatético de la burocracia a presentar en quichicientas oficinas sietemil fotocopias por quintuplicado en veintitresmil carpetas con cientomillón de firmas para descubrir que mi certificado de título en trámite no es válido, que mis años (y años y años y años) de experiencia docente ad honorem no me sirven (administrativamente) para un carajo y que como, aparentemente, las fotocopias suelen ser poco "fieles" es fundamental estampar de puño y letra en cada una el aleccionador sintagma: "Es copia fiel del original que obra en mi poder". ¡Diox de diox!
Lo único que me faltaba, en la tantiúltima etapa de las colas, las presentaciones y las émulas de maestras de Gasalla, fue toparme con una vieja de mierda que decidió empezar una nueva fila (sin molestarse en consultar a los 12 pelotudos que estábamos esperando desde una hora antes a 2 metros) y que me porfiaba que tenía que ser atendida primero porque ella estaba esperando "en el lugar correcto". Entendámonos, si me lo hubiera dicho bien no pasaba nada, odio hacer escándalo por una cuestión tan condenadamente pelotuda como una fila, pero se empacó en una posición tan viejademierda gerontocrática que más que dejarla pasar para que continue con su patética existencia más bien me dieron ganas de empujarla por las escaleras. Sobre todo porque osó decir que para que nos atendieran antes que a ella había que pasar sobre su cadáver... Todavía tengo atragantadas las ganas de escupirle: ¡Por lo mucho que falta!
Por mucho menos que esto podría estar refunfuñando toda la semana pero estoy de buen humor desde el viernes porque me reuní por primera vez con un grupo de trabajo o de estudio o de investigación o algo y en ese encuentro se hicieron, con una gratuidad conmovedora, no sólo uno sino dos chistes consecutivos citando a Los Simpson (y una de las citas incluía una onomatopeya). ¡Eso es un inicio auspicioso!
excelente.
ResponderEliminarnena! x q' no cambias el nombre de tu blog y lo llamas El mundo contra mi!
ResponderEliminarPorque no soy Fabiana Cantilo (ni lo quiero ser, sobre todo en esta etapa empastillada), ni Paulina Rachid en 1996 (aunque debemos compartir categoría pugilística), pero sobre todo porque con un mínimo cambio, pefiero el enfoque de Yo contra el mundo, de Podeti.
ResponderEliminarNo se haga problema, Isa! El anónimo comentario debe provenir de un linguista que se sintió afectado por su post.
ResponderEliminarBest wishes
Poligrilla