domingo, 10 de febrero de 2013

De cómo nos jodió el psicoanálisis o la falta de él


Tengo una amiga que no cree en el psicoanálisis. Es, por supuesto, la persona que conozco que más se beneficiaría de él. Mi amiga que no cree en el psicoanálisis, llamémosla Anna, es ese tipo de persona que decide que sabe todo y puede todo, que actúa como si no hubiera falta ni herida narcista ni deseo ni Ello. Sólo existe Ella.
Ella, Anna, cree que sabe lo que quiere y se rige por la idea semi nazi, semi eugenista social, de que todo se consigue por "esfuerzo personal". Esa clase de persona que tuvo todos los recursos, todas las oportunidades y todos los éxitos sólo porque "se rompió el culo laburando". (Un éon de generaciones de obreros portuarios celebran su sacrificio).
Anna quiere muchas cosas, pero lo que quiere especialmente es lo que no tiene. O su revés exacto, no quiere lo que tiene. Y tiene muchas cosas. Como pocos. Y no tiene muchas cosas. Como muchos.
Anna me angustia. Me angustia por su falta de empatía con el mundo. Por su versión maniquea del "éxito". Por su visión materialista de las relaciones humanas. Porque no puede procesar una carencia sin volverla una demanda. El mundo le debe cosas. La vida le debe cosas. La gente le debe cosas. Cosas que no debe ganarse. Cosas que le pertenecen por derecho propio.
¿Qué se hace con alguien que se quiere pero no se aguanta?

Yo creo en el psicoanálisis. Y creo en el psicoanálisis porque creo en la palabra. Y creo en la palabra porque creo en el sentido. (Tuve un amigo filósofo que alguna vez me dijo: "Como algunos creen en dios, los semiólogos creen en el sentido").
Yo, que creo, a pesar de todo, y que la quiero, a pesar de todo, me siento obligada al catecismo del psicoanálisis. Porque de otro modo no sé cómo ayudarla. Es en el fondo por una razón muy horrible: no puedo ser la única que la escucha. Me angustia demasiado. Su manera de procesar los acontecimientos de su vida no es tolerable más que para una escucha entrenada, para una atención flotante. Creo que a ella le haría bien empezar terapia, pero no distingo hasta que punto lo que siento es que a mí me haría bien que empiece terapia.
¿Qué otra cosa se puede hacer con alguien que se quiere pero no se aguanta?


2 comentarios:

  1. A esta altura yo no sé si creo o no en el psicoanálisis pero, vistas las circunstancias, creo firmemente en su planteo implicito que no sé si ha sido capaz de explicitar a su amiga: ¡hacete ver y tratate!. Es posible que (el planteo y quizás también el tratamiento) resulte inútil.
    En mi laburo trato a diario, indirectamente, porque no soy psicoanalista ni siquiera peicólogo, con decenas de casos similares. Doy fe de que no hay salida excepto la aquí y allí esbozada: ¡hacete ver y tratate! Que, convengamos, no es necesaria solución a nada.
    "Es en el fondo por una razón muy horrible: no puedo ser la única que la escucha. Me angustia demasiado".
    Primero: ¿qué tendría de "horrible" angustiarse por asimilar la única escucha de una neurótica, parece que medio grave.
    Segundo: no sé hasta qué punto a Ud. le haría bien que ella empiece terapia pero es claro que a Ud. la beneficiaría mucho dejar de escuchar, porque deja claro que Ud. no escucha desde la atención (flotante) profesional sino desde la empatía y el afecto personal. Corte esa escucha y deje de herirse con cuestiones ajenas que ya bastante tendrá con las propias. Supongo.
    Tercero: "¿Qué otra cosa se puede hacer con alguien que se quiere pero no se aguanta?". No lo sé pero, en principio, supongo que preguntarse por qué uno quiere a quien no se aguanta. "Pasa en las películas, pasa en la vida" (TNT dixit) pero cuando le pasa a Ud. algo distinto (le) pasa.
    Saludos.

    PS: La frase: "Como algunos creen en dios, los semiólogos creen en el sentido" me parece de una boludez enorme porque equipara campos de desempeño distintos. Sería como decir: "Como algunos creen en la reencarnación, los físicos creen en la dinámica". En fin.

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  2. ¡Hacete ver! debe ir al vademecum de todas las obras sociales y/o de toda la socialidad.
    Como primero me angustio y después me angustia angustiarme pierdo un poco de claridad en la adjetivación, supongo. Quizás sería más triste que horrible.
    Siguiendo con la metáfora médica, es un caso de "si la inflamación no se va, el dolor vuelve" con analgésicos de silencio intermedios.

    Sobre dios y el sentido: ¡Santas terceridades, Batman!

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